La repatriación a Colombia de las estatuas del Pueblo Escultor En Berlín
San Agustín, Huila | Abril de 2017
Introducción
Hace poco más de un siglo, un alemán en su paso por Colombia acumuló y llevó consigo unas 35 de las conocidas esculturas de piedra1 del Pueblo Escultor de San Agustín y del Macizo Colombiano (y mucho otro material arqueológico), con fines de abastecer su museo en Berlín, Alemania, del cual era su curador y director. Hizo llegar las estatuas a su país a las bodegas de su museo, donde ellas han pasado un siglo en la oscuridad; el alemán después murió, dejando las estatuas en las bodegas, y a los colombianos con un saldo pendiente. Con el cambio al nuevo siglo, llego la hora de exigir y de repatriar estos tesoros patrimoniales a Colombia, a sus hogares verdaderos y originales.

El alemán se llamaba Konrad Preuss, y llevó consigo las esculturas del Pueblo Escultor sin autorización alguna. De hecho, la desaparición de la estatuaria de San Agustín instó quejas y cartas por parte de las autoridades locales2, las cuales resultaron en legislación a nivel nacional (creada antes de la salida de la estatuaria del país) protegiendo el patrimonio arqueológico; pero en esa época nadie hizo nada para obstaculizar su salida. El liderazgo arqueológico de Colombia, constituido oficialmente desde los años 1930, ha tenido plena consciencia de la existencia en Berlín de estas esculturas, a pesar de lo cual solo hasta hace un par de años —alertada por las acciones judiciales y la prensa— la autoridad arqueológica del país hizo su primera visita al museo.

Y mientras tanto, los mismos directores del museo alemán explican que las estatuas llevadas por Preuss se encuentran en la “lista roja” de la museología europea que rastrea artículos de procedencia dudosa, elementos sospechos de haber sido adquiridos en forma irregular según la ética de esa profesión. A la vez, el conocimiento de esta causa es general en San Agustín, Isnos, y en toda Colombia, incluso fuera de nuestras fronteras. Voces y firmas de miles de habitantes de San Agustín acompañaron el Derecho de Petición del 2013 entregado al ICANH y al Ministerio de Cultura, y miles más (de todo el mundo) se han adherido a peticiones físicas y virtuales reclamando la devolución de las estatuas, acciones siempre acompañadas por amplia cobertura en las redes sociales y los medios de comunicación. La acogida del público a la acción para la repatriación ha sido casi total.

Ese Derecho de Petición del pueblo de San Agustín fue el comienzo de una cadena jurídica que condujo en la actualidad a la Acción Popular #2016-0892 en el Tribunal Superior de Cundinamarca. En una Audiencia Publica en abril del 2017, bajo el amparo de un Pacto de Cumplimiento, se concertó ejecutar los tramites pertinentes para repatriar desde Berlín, Alemania hasta sus hogares en el Macizo Colombiano las 35 estatuas llevadas sin permiso hace más de un siglo. Las partes concertadas, que incluían la Presidencia de la República, El Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Cultura, el ICANH y la Gobernación del Huila, en colaboración con los Autores Populares (originalmente el pueblo de San Agustín y ahora todos los interesados en este esfuerzo, incluyendo la Gobernación del Huila), acordaron unánimemente adelantar las acciones necesarias para lograr esta repatriación bajo las condiciones jurídicas planteadas y concertadas en ese alto Tribunal. También se planteó que la gestión de la repatriación se realizará antes de que finalice el término presidencial actual.

Pero la tarea de San Agustín no ha terminado todavía. Ahora es más preciso que nunca instar a las autoridades colombianas para que no bajen la guardia en su misión de traer la estatuaria no a Bogotá sino a su hogar verdadero en el Macizo Colombiano; y de comunicar con Alemania (el Museo Etnológico de Berlín, la fundación que custodia las estatuas3, además de los medios de comunicación), para que cuando llegue la petición de repatriación, ya sepan que Colombia exige una respuesta afirmativa que conduzca a la devolución de nuestras esculturas.


Recuento Histórico

En diciembre 1913 Konrad Preuss llegó a San Agustín; acumuló su material, que incluía 21 estatuas del Pueblo Escultor, y lo aforó al norte, eventualmente hasta la costa, mientras que él salió por el páramo al occidente, y paso por Nariño, donde adquirió otras 14 estatuas antiguas, las cuales también llevó consigo. Las 35 estatuas, sin embargo, no salieron del país hasta que terminó la primera guerra mundial, la cual a la fuerza Preuss tuvo que pasar en Colombia. En ese tiempo viajó a la Sierra Nevada de Santa Marta para estudiar los indigenas Kogi, de quienes también llevó para su museo algunos tesoros –entre ellos máscaras de madera— que sus dueños todavía reclaman. Los Kogi son aliados en la causa de la repatriación de las estatuas, también desean la devolución de sus pertenencias.

Cuando pudo, Preuss salió del país, reunió “sus” tesoros en Berlín, los exhibió en su museo, y publicó un libro que los detalla (aunque nunca mencionó ni publicó las estatuas de Nariño). Eventualmente murió; las estatuas del Macizo, metidas en semejante gran colección del museo, empezaron a olvidarse y a dispersarse; entonces vino la segunda guerra mundial con su blanco y bombardeo precisamente en Berlín. Pero por alguna razón nuestras estatuas sobrevivieron la destrucción que arrasó con casi toda la ciudad.

En 1992, David Dellenback, habitante de San Agustín, autor de esta narrativa, llegaba al fin de su largo proyecto de elaborar un catálogo de la estatuaria del Pueblo Escultor del Macizo Colombiano, pero aún faltaba visitar la caleta de Preuss en Alemania. No sabía si la estatuaria existía todavía: había leído la bibliografía del caso, y nadie después de Preuss afirmaba haber visto esas estatuas, nadie las había visitado. Después, en el museo en Alemania le contaron que en todos esos años ningún representante de la arqueología colombiana había ido a ver las estatuas.

“En Berlín los directores del museo abrieron sus puertas para mi estudio, pero solo me pudieron mostrar 6 de las estatuas traídas por Preuss, aunque yo esperaba ver 21. ¿Dónde estaban las demás? En realidad ellos no sabían donde —no sorprendía, dada la inmensa colección y bodegas, y el caos provocado por la tempestuosa historia política que vivió esta ciudad —sin embargo, me dieron permiso de buscarlas. Eventualmente, y con la ayuda del libro de registros del museo escrito a bolígrafo por el mismo Preuss, las encontré, y además de ubicar 17 de las 21 estatuas de San Agustín, descubrí las otras 14 esculturas de Nariño.” En el año 2008 se publicaron en el libro Pueblo Escultor, el catálogo más completo de la estatuaria del Macizo (www.puebloescultor.org).

En el año 2013 se lanzó la campaña de la repatriación desde San Agustín, con el grito de unas 2000 firmas que acompañaron el derecho de petición4 que exigía la repatriación. Hay que recalcar que todos estos esfuerzos fueron dirigidos no al museo alemán, sino a las autoridades colombianas competentes. No hay evidencia de que los alemanes se opongan; como ellos mismos lo han dicho, nunca les han pedido, en forma debida y oficial, la repatriación de lo que nadie ignora es Patrimonio colombiano, y no alemán. Son los colombianos que desde hace un siglo no lo han hecho. Pero en estos últimos tres años se ha logrado hacer más visible la situación de las estatuas5, con artículos periodísticos como el de Der Spiegel, la revista quizás más visible de Alemania, y otros en periódicos importantes de EE.UU., sin hablar de un sinnúmero de artículos, entrevistas, libros, grabaciones, y eventos públicos aquí en Colombia. A causa de eventos como marchas, desfiles, eventos estudiantiles, programas de radio, conferencias y conversatorios, etc. los habitantes de San Agustín e Isnos son muy conocedores de este asunto.

Sería equivocado imaginar que esto no es un gesto importante. Todo lo contrario, es más bien un propósito que resuena en el alma de la gran mayoría de colombianos, porque el sentido más profundo del patrimonio es el que nos ilustra el pasado de donde venimos, para lograr entender el presente en donde estamos; nos refuerza los vínculos con nuestras raíces, con nuestro camino. La consecuencia se mediría con el orgullo cívico de nuestro pueblo, en la satisfacción que traería al colombiano común, el saber que los esfuerzos de las comunidades sí tienen valor. El día en que vuelvan las estatuas a sus sitios originales será un gran día para los colombianos, provocará una memorable celebración en San Agustín e en Isnos, y también en toda Colombia. Será un día sin precedentes para el pueblo de San Agustín, al ver que su voz y su reclamo demorado por un siglo sí importó a los que detentan el poder. Los propósitos de los antiguos escultores, su amor por el territorio, y la importancia y el poder de los monolitos milenarios, vivirán de nuevo entre nosotros.

Las Estatuas en Berlín
San Agustín, Huila. | Junio de 2015
En diciembre de 1913 el etnólogo alemán Konrad Preuss, quien al momento era el Director del Museo Etnológico de Berlín, llegó a San Agustín con los dos propósitos de estudiar la arqueología del área, y de obtener material para su museo. Al salir en abril de 1914 llevó consigo, en forma indudablemente indebida e ilegal, 35 estatuas en piedra del Macizo Colombiano, así como una buena cantidad de otro material arqueológico, todo lo cual instaló en su museo en Berlín. Publicó las ilustraciones de 21 de las estatuas, todas del área de San Agustín, en su libro en 1929 (traducido al español en Colombia en 1931); Preuss murió en 1938.

Archivo David Dellenback registrando las estatuas en las bodegas del Museo Etnológico de Berlín en el año 1992.
En 1992 Davíd Dellenback, el autor de las imágenes en este sitio virtual, viajó a Berlín y logró localizar en las bodegas del museo, hasta entonces dispersa y olvidada, la estatuaria del Pueblo Escultor —además descubrió otras 14 estatuas que Preuss también había sacado del Macizo pero que nunca antes habían sido publicadas o divulgadas— y las registró e ilustró con los dibujos que aquí se encuentran. En el 2008 publicó su libro Pueblo Escultor2 el cual incluye las ilustraciones de las estatuas que Preuss transportó a Alemania.

Pero entonces, nos preguntamos ¿Por qué es que esos tesoros arqueológicos colombianos deben estar desterrados en un museo en Berlín, o en cualquier otra parte fuera de su lugar de origen? (Otra estatua del Pueblo Escultor ha pasado más de un siglo en el Museo Británico en Inglaterra, y otras más están en exhibición en diversas colecciones en el mundo) Vale la pena aclarar que 32 de las 35 estatuas llevadas por Preuss han permanecido encaletadas en las vastas bodegas del museo alemán, sin haber sido exhibidas durante generaciones, mientras que las únicas tres que habían estado en exhibición fueron retiradas en el año 2015. Hoy en día, todas están escondidas e ignoradas incluso por los mismos tenedores alemánes.

Parece tan claro que ha llegado el momento para desmontar el despojo de la era colonial, y regresar a sus dueños verdaderos, la gente de las tierras en las que fueron creados los importantes e invaluables tesoros como las estatuas que Preuss llevó, hace tanto tiempo, para embellecer su museo en Alemania. ¿Por qué es que las autoridades nacionales, cuya labor es velar por “nuestro” patrimonio, no están tomando ninguna acción en cuanto a la repatriación a Colombia de la estatuaria del Pueblo Escultor? ¿Será que sencillamente ellos mismos en realidad no las valoran? ¿O será que ellos creen que a los demás tampoco nos interesan? En realidad, a mucha gente en San Agustín, en Isnos y en el Macizo les importan —incluso para muchos, son sagradas— estas primordiales piezas de nuestro pasado colectivo. Además, una vez que se enteran de la existencia de ellas, un sinnúmero de personas en el país y a través del mundo lo sienten de la misma manera y se solidarizan con esta causa.



1. Individualización de las estatuas

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2. Rodríguez, J.M 2014 Baukara 5 “San Agustín, piedra viva hoy” a “El silencio de los ídolos” pp. 76.

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3. Stiftung Preussischer Kulturbesitz. Von-der-Heydt-Str. 16-18- 10785 Berlín

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Archivo David Dellenback registrando las estatuas en las bodegas del Museo Etnológico de Berlín en el año 1992.
El 12 de diciembre del 2012 se marcó la fecha de inauguración de la campaña para lograr el retorno de estas estatuas a su sitio original, a su hogar en el Macizo Colombiano. Ese primer paso resultó en una petición dirigida a las autoridades arqueológicas colombianas para instarlos a iniciar y facilitar la repatriación de las estatuas y del material arqueológico llevado por Preuss hace un siglo a Alemania. Otras peticiones publicas y privadas se han presentado con el mismo propósito; a la fecha, no ha habido una respuesta adecuada, ni de hecho se ha observado ningún enfoque serio por parte del gobierno hacia este asunto específico —el retorno de las estatuas del Macizo desterradas en el museo en Berlín— ni en general: los muchos tesoros patrimoniales colombianos que permanecen en las manos de coleccionistas y museos extranjeros.

Ojalá esa situación cambie pronto. Los paises que antes fueron colonizados hoy en día están demandando y reclamando los tesoros nacionales que, en una época oscura, fueron expatriados por los paises “civilizados” y “avanzados”, terminando escondidos en sus museos para el entretenimiento y el aprecio de su gente. Sin embargo, en el momento Colombia esta lejos de estar a la vanguardia de esos paises; de hecho, está muy atrasada en cuanto a la reclamación de sus tesoros. El propósito de la campaña de traer de regreso las esculturas del Pueblo Escultor a su casa en el Macizo Colombiano es también el de hacer un llamado a los directores de las instituciones que tienen la responsabilidad de cuidar el mundo arqueológico colombiano, para que valoren de nuevo —con respeto y reverencia— esos antiguos tesoros, y que así lo muestre en el trato hacia ellos. También para que asuman el liderazgo de un esfuerzo concertado para reclamar y regresar a Colombia los antiguos e históricos elementos que en esa época sombría pasada se permitieron salir del control de la nación. La gente de hoy en día, en las tierras donde ellos pertenecen, desean (y merecen) ver y apreciar estas maravillas.

Por favor únase a las muchas personas trabajando en el esfuerzo de repatriar estos invaluables tesoros con acciones concretas y activas en los ámbitos culturales, políticos o legales. Utilice cualquier influencia que usted pueda ejercer para recuperar la estatuaria del Pueblo Escultor de su lamentable éxodo en Alemania. Visite la página en Facebook que recuenta las crónicas de estos y otros esfuerzos similares.



La Celebración del Centenario de un ultraje ¡con otro!
San Agustín, Huila. | 2013
En la actualidad en San Agustín, Huila, aparte de la amenaza que representan las nefastas intenciones de los inversionistas extranjeros de imponer proyectos hidroeléctricos en tierras en donde la gente en su gran mayoría se oponen a tales pretenciones--caso de San Agustín e Isnos--el furor del momento tiene que ver con los inminentes planes que espera llevar a cabo el ICANH, máxima autoridad arqueológica del país, que al cumplirse resultarían en el traslado de 20 grandes e importantes esculturas pertenecientes al antiguo Pueblo Escultor (o sea los creadores de las estatuas, comunmente llamado ‘cultura agustiniana’) para embellecer una exposición en el Museo Nacional de Bogotá. Las estatuas del Macizo Colombiano, como es bien sabido, son de los elementos más importantes del patrimonio arqueológico e histórico que tiene el país, el continente, y el mundo; la gente que convive con el patrimonio, sus vecinos, son, digamos, de naturaleza, y siempre serán, en donde sea, los guardianes principales de los objetos patrimoniales--es la gente que los integran en sus vidas diarias, cotidianas. Bien, entonces; el hecho es que la gente de San Agustín y de Isnos, la que custodia las estatuas, se oponen en su gran mayoría a tal llevada. Una encuesta pública que salió en estos días en un importante diario en Nieva muestra que unos 90% de los huilenses consultados rechazan esta proposición del ICANH, mientras que 10% ven positivamente al plan, y supongo que cualquier encuesta honrada en este momento mostraría lo mismo, con quizás más en contra del traslado de sus tesoros antiguos, en San Agustín, Isnos y las tierras en donde se encuentran las estatuas. Sin embargo, los organizadores en Bogotá no han querido reconsiderar; aparentan querer seguir con su proyecto visto con ojos tan desfavorables en San Agustín y en el Huila.

Algunos dirían que aquí se refleja, en su esencia, la lucha entre los muchos que no tienen ni poder ni privilegios, contra los pocos con casi todo en sus manos, pero sin la aprobación del público. Y bien, sí; pero entonces, ¿no es esa la radiografía de todas las luchas, de todos los intentos de reformar, y de trasformar? Más bien, profundizemos en el problema: detrás del rechazo al traslado de sus estatuas, hay que estudiar la posición histórica del pueblo de San Agustín frente a los dirigentes arqueológicos en Bogotá. Al hacer ese estudio, se verá que la comunidad de agustinenses nunca ha sido tomada en cuenta por los de Bogotá, nunca ha sido consultada, ni se tiene la impresión de que sus opiniones, sus sentimientos, sus propias visiones para la arqueología y para su desarollo son importantes para la gente en la capital, que son cosas que deben y que tienen que ser escuchadas e incluidas antes de formular planes que nos afecten. Durante 40 años en este pueblo, mi observación ha sido que el ICANH y sus predecesores no se han esforzado para cumplir con estos fines, no han formado buenos y efectivos vínculos de comunicación con la nutrida comunidad aquí a quien le interesa muchísimo los temas arqueológicos y de su pueblo. Nunca se ha dado poder a la voz del pueblo en asuntos arqueológicos. Ese es el problema que subyace la presente crisis, el plan de llevar 20 estatuas a Bogotá. El pueblo nunca fue consultado.

Y no es que la gente de estas tierras es delirante; son muchos todavía por acá quienes recuerdan y fueron testigos de los eventos de octubre, 1979, cuando los poderes arqueológicos capitalinos mandaron los camiones y el yeso desde Bogotá a nuestro pueblo para cumplir con un plan mitad farsa y mitad horror, de hacer copias de todas las estatuas, dejarnos aquí las copias en yeso, y descampar para la capital con todas las originales. Este plan se puso en acción en Bogotá, los camiones llegaron hasta San Agustín, y solo el hecho de que el pueblo se alborotó y se tomó físicamente el parque arqueológico, permitió frustrar esas pretenciones absurdas y, finalmente, salvar el fúturo del patrimonio arqueológico en San Agustín. Entiendo bien que el lector tal vez no encuentra cómo creer en este ‘cuento ridículo,’ o lo imagina exagerado; repito que todavía somos muchos en San Agustín quienes vivimos los eventos de esos días, que el mismo ICANH reconoce que así ocurrió y que fue un grande error, y además remito al que todavía duda, a los archivos del Concejo Municipal de San Agustín, en donde estos eventos se consagran en el Acuerdo No. 001 del 10 Noviembre 1979. Aquel documento compromete a las autoridades arqueológicas nacionales de respetar la voz de este pueblo en los asuntos arqueológicos del fúturo--claúsula que ha sido incumplida e ignorada desde esa fecha y en adelante.

Lo mejor, entonces, que podría resultar de la situación que se avecina, sería una verdadera transformación en la postura y la actitud de su conversación con el pueblo de San Agustín por parte de nuestros lideres arqueológicos en Bogotá, quienes después de todo, son servidores públicos. Lo ideal, por supuesto, sería empezar a forjar una verdadera amistad y un respeto que hasta ahora escasamente se ha visto, y que por supuesto se basaría en la transparencia total de motivos y de acciones.

De manera que, seguramente, Bogotá entendería que las cosas se hablan, se consultan un año antes, durante la fase de planificación, y no a las vísperas. Ahora, en vísperas de su exposición, el ICANH desea llevar a cabo una ‘consulta’ con la gente de San Agustín. Sin embargo, la exposición está ya planeada, la maqueta se puede ver en el internet, la sala está lista, las fechas están programadas, las invitaciones enviadas, etc. El ICANH no tiene ningún deseo de cancelar su programa; mucho menos el dinero detrás de el. Lo que desean no es consultar, sino convencer. No se les ocurrió hablar hace un año, al comienzo de su planificación, no con uno o dos aquí que ellos consideran importantes, sino con el pueblo, con la comunidad que se considera guardián de su arqueología. Ojalá que al recibir la negación a sus planes por la gente de San Agustín, el ICANH reconozca que 1) no se trata de unos pocos locos o confundidos, sino de toda una mayoría, que merece su respeto, 2) no es una cuestión personal, es una expresión genuina de la opinión del pueblo, y además, el pueblo tiene su derecho de mantener y abogar opiniones, lo cual no es algo negativo ni que perjudica al ICANH, todo lo contrario, y 3) la lección es lo más valioso: por favor cancelen su exposición en Bogotá con buena gracia, recuerden que su relación con este pueblo es y va a ser de larga duración, y formen los vínculos de amistad y apoyo que les conllevarán, algún día, a consultar con el pueblo de nuevo--pero con transparencia, un año antes, no en la víspera.

El camino resultó en la búsqueda de una ‘consulta’ de última hora para salvar el proyecto de la exposición en Bogotá empezó al principio de agosto de este año cuando un panel de diputados de la asamblea estatal del Huila sesionó en San Agustín para oír las preocupaciones de la gente, y ellos escucharon de las 35 estatuas del Macizo Colombiano que fueron llevadas hace un siglo a Alemania para fundar un museo, y que nunca han vuelto, ante todo porque las autoridades arqueológicas colombianas nunca las han reclamado. También oyeron del plan del ICANH de llevar 20 estatuas ahora, este año, a Bogotá. Los diputados, tal como los concejales de San Agustín, se sorprendieron, en algunos casos con disgusto y con ira, al oír que se avecina este plan y que ellos nunca habían sido informados, mucho menos consultados, sobre este proyecto de llevar de su departamento, casi sin hablarlo, esta veintena de magnos tesoros. Pronto el director del ICANH fue citado para comparecer ante un foro extraordinario en la asamblea en Neiva, cita que tomó lugar el 26 del mismo mes.

La sesión resultó polémica, por supuesto; el ICANH recibió duras críticas, y también oyó algunas palabras de apoyo. El resultado, sin embargo, fue que la asamblea lo instó a venir a San Agustín, consultar con el pueblo, y escuchar sus opiniones. Aunque es evidente que el ICANH no tiene la intención de cancelar su exposición, anunció que “Sí el pueblo de San Agustín dice que no, entonces no se hace la exposición.” Pero en seguida el director de tal ente emitió lo que fue calificada como ‘amenaza’ por algunos diputados y medios de comunicación, agregando que “y si ustedes no quieren esta gran suma de dinero, simplemente cancelamos toda la celebración del ‘centenario’ y gastamos esa plata en otra parte,” declaración que enfadó a varios de los representantes huilenses presentes.

El día que escuchan a los de este pueblo, van a oír lo siguiente: Por favor, promocionen y promulgen nuestras estatuas y nuestra arqueología todo lo que quieran, pero no por raptar y llevar lejos nuestros tesoros mismos. Vivan en el mundo moderno: promocionenlos con videos, con formas electrónicas, con fotografías, con charlas, con información didáctica, y con réplicas--recuerden que la escultura en nuestro valle es milenaria, que en San Agustín, hoy en día, trabajan escultores maestros, capazes de hacer copias perfectas de cualquier estatua. Si ustedes quieren ayudar a nuestro pueblo, a nuestra economía, contraten a nuestros escultores modernos para hacer réplicas bellísimas de los originales, lleven las réplicas a pasear, y dejen los originales, “los que son”, los que no tienen precio y con quienes convivimos, aquí donde deben estar.

Aunque las razones son muchas y contundentes, el rechazo al traslado de las estatuas de su valle nativo hacia cualquier otra parte basta con una sola: el principio de “In Situ”, que hoy en día –en todo el mundo– se respeta por la comprensión de que las cosas de patrimonio, las cosas antiguas y arqueológicas, únicamente se pueden apreciar íntegramente y plenamente en su sitio original, In Situ. Sacar las cosas de su sitio real es descontextualizarlas, es desvestirlas de su entorno y de su sentido y coherencia--es convertir algo integral y poderoso en una cosa más, un objeto, algo para el intelecto, algo abstracto e interesante, pero sin contexto. Sin contexto, usted no puede vivir nuestras estatuas como experiencia, solo se las puede observar en un vacio, o peor, en un montaje. El contexto de las estatuas de nuestro valle son sus montañas, sus ríos, sus cielos, es verde, selvático, frondoso, es subterráneo, de tumba, de la Pachamama. El contexto es nuestro valle: no es otra cosa. Por eso, se pide que la gente en todo el mundo interesada en ver y conocer nuestros tesoros antiguos, vengan acá, a su sitio, para conocerlas, y que no las lleven a viajar, descontextualizadas, a sus pueblos y museos. Vengan al Valle de las Estatuas para conocerlas.

Este principio de In Situ se entiende universalmente. El mismo ICANH está llevando a cabo, en estos días, toda una serie de sondeos subterráneos, elaborando mapas de lo que se encuentra debajo la tierra, sin hacer excavaciones, precisamente porque entiende el valor de dejar las cosas en sus sitios en vez de dañarlas. Créame que los alemanes de Berlín, en donde se encuentran nuestras 35 estatuas embodegadas, no nos van a mandar a Colombia la fachada de su famosa Puerta de Brandenburgo, solo para promulgar turismo colombiano a Alemania. Van a dejar esa gran Puerta In Situ. Y con razón; menos mal que no la van a mover. Tampoco se va a sacar el Chorro de Quevedo de su plaza en Bogotá, rompiendo el cemento para desenterrarlo –como dicen que van a hacer con los pedestales de las estatuas destinadas a su exposición en Bogotá y mandarlo aquí al Huila para que más huilenses se interesen en viajar a la capital. Ojalá que nunca lo hagan. Hay otras y mejores maneras de impulsar el turismo sin arrancar y mandar lejos los objetos antiguos invaluables del patrimonio. Dejen las estatuas del Macizo Colombiano en donde están, en donde fueron creadas.

Hay muchas otras razones, digamos científicas, para oponerse a un plan que pretende llevarse las estatuas. Ninguna persona razonable y sensata, por ejemplo, va a dudar que ocasionaría más daño al patrimonio sacarlo de su sitio (violentamente si es necesario), moverlo (en este caso se trata de objetos supremamente pesados, grandes, vulnerables), empacarlo, transferirlo a alguna movilidad, sujetarlo a toda la física de transportarse cientos de kilometros, volverlo a mover, desempacar etc., para después erigirse en un ambiente, un mundo, de polvo, de microorganismos, de clima, de altura, de aire, totalmente nuevo y diferente, absolutamente ajeno, y entonces volver a hacer todo lo mencionado otra vez al revés--nadie va a dudar que menos daño se implicaría dejarlo en su sitio, en este apacible valle, sin moverlo, para que la gente la vean en su sitio. Es obvio. El caso es que el ICANH acepta ese ‘pequeño daño’ mientras que los de aquí, por razones obvias, no lo aceptamos. Abundan otras razones, si se trata del bienestar de las estatuas. En cuanto al bienestar del pueblo, es igualmente obvio--por lo menos casi todos por acá lo sienten así--que lo mejor es que venga la gente a ver nuestras estatuas aquí, que gasten su dinero aquí, en vez de gastarlo en Bogotá o en donde sea. No creo que nadie acá atestiguó, después de la exposición de nuestros tesoros en Bélgica, un gran aumento en el turismo belgo que llegó con contundencia a las billeteras de los agustinenses, ni un gran chorro de japoneses, después de que llevaron estatuas a ese país, animados con visitar nuestro pueblo. Nada de eso pasó; decir que vale la pena pasear las estatuas porque causa gran aumento turístico es decir cosas que no se basan en la realidad. Esas exposiciones se arman para el gusto de las elites de las capitales, no para el bienestar de los pueblos de donde salen los tesoros a pasear. No hay ninguna razón de creer que tales shows en seguida llevan a los capitalinos a visitar la provincia para ver más; la gente de San Agustín, en su mayoría, están convencidos de lo contrario: que los de Bogotá visitarían su museo en vez de viajar a este apartado valle.

Salimos, entonces, del reino de las razones científicas; en todo caso, cada persona va a dejarse influenciar por las razones que le convenzan. Pero no dejemos aparte otros argumentos, acaso con más peso todavía, fuera del mundo consenso de lo científico y de lo racional. Hablo, entonces, solo por mí, pero advierto que son muchos, aquí en este pueblo y valle, y ciertamente muchísimos más fuera de ellos, quienes compartimos sentimientos semejantes. Hablo de los motivos espirituales, hablo de lo sagrado. Tal vez el ICANH no lo entiende, pero el valor espiritual y mágico de nuestro arqueológia es mucho mayor y más importante que su valor material, para muchos de nosotros que vivimos aquí. Esa mágia, esa esencia sagrada, no es algo que se puede probar ni explicar, pero somos muchos aquí quienes lo sentimos y lo compartimos, quienes lo protegemos. Muchos sentimos que estas estatuas son, de alguna manera, muy importantes en nuestras vidas, son centinelas de nuestro bienestar. Tal como con los antiguos, creemos que guardar nuestro patrimonio vigila la estabilidad y la harmonía del pueblo, las cuales hemos heredado de los antepasados de estas tierras. Ignorar o profanar nuestro deber de protegerlo invita peligro, invita desastre. Tal vez los del ICANH no experimentan estos sentimientos espirituales, tal vez no los perciben. Pero muchos de los de aquí sí. Si la gente del mundo quiere sentir y participar en esta mágia ancestral, tendrían que venir a San Agustín para experimentarla. No se va a sentir en ningún museo. Aquí nacieron, aquí vivieron y viven estas grandes imagenes arquetipales.

La exposición de las estatuas en Bogotá fue concebida como el acto culminante de un año dedicado a las hazañas del etnólogo Konrad Preuss durante su visita a Colombia hace un siglo. La situación que ahora existe tiene que ver con la llevada caprichosa y autoritaria de estatuas del Pueblo Escultor, como hemos visto, revela el fondo del problema que existe como obstáculo para los planes del ICANH, su negligencia en desarrollar harmoniosas y fructíferas amistades y colaboraciones con los agustinenses guardianes del patrimonio. Al haberlas formado, se habrían percatado hace tiempos que Preuss, para los agustinenses, más que un etnólogo importante que vino hace un siglo, representa la persona que sacó 35 importantes estatuas en piedra del Macizo y las llevó a Alemania, de donde nunca han regresado. En cierto sentido la tragedia del presente ‘centenario’ radica en el hecho de que hace casi un año, en diciembre del 2012, le fue sugerido al ICANH que centre su celebración de Preuss y sus aventuras, no en una nueva llevada de estatuas de nuestro valle, sino en la recuperación de las 35 estatuas que el mismo Preuss, la persona siendo celebrada, llevó a Alemania. La idea fue, y es muy obvia: son muchos en San Agustín e Isnos que la apoyan, que dan voz a este plan, que están de acuerdo con él. Si alguien quiere ver sonreír a los agustinenses, no se les lleven más estatuas, antes aparezcan con las de Berlín recuperadas y traídas de nuevo. Eso sí sería una celebración memorable.

En pro de este plan, en enero del 2013 fue entregado al ICANH (y al Ministerio de Cultura) un derecho de petición, instando a proceder en el asunto de las estatuas en Berlín, formando relaciones con sus pares alemanes y pidiendo la repatriación de las estatuas. La petición fue acompañada por las firmas de casi 2000 habitantes del valle de San Agustín, pidiendo acción en el caso. En su respuesta, el ICANH prometió que “oportunamente se comunicará a la Personería Municipal los avances en el caso,” pero aparentemente no ha ocurrido avance ninguno porque las 2000 voces de San Agustín no han recibido ninguna noticia; será que nada se ha hecho en el caso. De hecho, se sabe que es así, por las comunicaciones con las autoridades alemanas en el Museo Etnológico en Berlín, los encargados de las estatuas. En junio del 2013 me informaron que, tal como ha sido el caso por un siglo, desde la misma llevada de las estatuas por Preuss, los colombianos nunca las han pedido, que Alemania hasta la fecha nunca ha recibido por parte de Colombia una “comunicación concreta pidiendo la repatriación de las estatuas,” y que ese es el obstáculo principal en el camino de abrir conversaciones sobre su repatriación. ¡Imagínese! Los alemanes prácticamente están diciendo, “¡Por favor! ¿Y es que no nos van a pedir las estatuas?,” y aún no reciben respuesta.

Por no estar en el hábito de consultar con la gente de San Agustín, los del ICANH no se dieron cuenta que los astros están alineados en pro de la traída de las estatuas en Berlín. No se dieron cuenta que el acto culminante de su programa no era arrancar más estatuas de San Agustín--como si se tratara de resumir las acciones de Preuss un siglo después--sino triunfalmente traer de vuelta las estatuas extraviadas en Berlín. Por no comunicar bien históricamente con los alemanes--las estatuas han permanecido allí desde hace un siglo--tampoco entienden que los alemanes están más dispuestos que ellos a ver devueltas nuestras estatuas. Por no entender a San Agustín, no entienden que llevar de aquí estatuas sería, para muchos aquí, doloroso, sería abrir una herida, sería un atropello. Es obvio que en cambio, repatriar nuestro patrimonio sería, no solo sanar una vieja herida, sino compartir una exhaltación de nuestro espiritu, un reconocimiento de nuestro propio valor, de nuestros vínculos con los grandes antepasados de estas tierras, los autores de las esculturas, en las que se encarna la mayor biblioteca de imagenes en piedra jamás creada en América.

CIEN AÑOS DE SOLEDAD EN BERLIN
San Agustín, Huila. | 2013
¿Será que existen fuera de Colombia estatuas en piedra originarias de San Agustín y de otros sitios del Macizo Colombiano? La respuesta indudablemente es positiva. Ellas adornan los jardines y las colecciones privadas de la gente rica y poderosa del mundo. Después de todo, los huaqueros no han cesado de trabajar en el valle de San Agustín, y el fruto de ese huaqueo flota en el mercado negro. Los resultados finales son muchas operaciones ilegales, camufladas cuidadosamente, que hacen que ciertas cosas (en nuestro caso las esculturas) salgan del ‘Valle de las Estatuas’ y caigan en las manos de gente que le sobra el dinero.

Pero, ¿Qué de la estatuaria cuya existencia es de conocimiento público, la que se exhibe ó se publica abiertamente, las esculturas que están registradas y son accesibles al público, en vez de estar en la clandestinidad? Sin lugar a duda, la colección más grande de ese tipo de artículos se encuentra en Berlín, Alemania, en el museo etnológico precolombino ubicado en el suburbio de Dahlem.

La historia es la siguiente: En 1911, hace un siglo, Machu Picchu en el Perú fue ‘descubierto’ por el profesor universitario norteamericano Hiram Bingham, quien llegó a la fama al hacerse Senador de los EEUU gracias a su conmemorada hazaña; mientras tanto, al otro lado del mundo, el alemán Konrad Theodor Preuss, siendo el director del Museo Etnológico de Berlin, se reunió con su compatriota, el cartógrafo Karl Stoepel. Los dos hablaron de las estatuas del pueblo de San Agustín en las lejanías de Colombia. Stoepel ya tenía previsto un viaje a Suramerica, y llegó a San Agustín antes de terminar ese año; allí estuvo un mes, hizo moldes de varias de las estatuas y luego regresó con ellos a Europa.

Por ello, el viaje exploratorio que el profesor Preuss planeaba a la tierra de las estatuas había recobrado aún más ímpetus.

Cuando Preuss finalmente estaba listo para partir a San Agustín, el viaje no le fue fácil: le tomó 12 días navegando por el Río Magdalena para ir de Barranquilla a Girardot, además de otros 16 días de viaje a lomo de mula para cumplir su meta.

Para diciembre de 1913, Preuss ya había llegado a San Agustín, de donde partió en los primeros días de abril de 1914. Su intención era hacer lo que más pudo durante su corto pero fructífero viaje, y luego regresar a ejercer su profesión en Alemania. Sin embargo, el destino le había deparado diferentes planes al visitante: la Primera Guerra Mundial cerró los medios de transporte a través del Océano Atlántico, de manera que tuvo que quedarse en Colombia no solo por algunos meses más, sino durante seis años. Solo hasta el final de la guerra, en 1919, Preuss pudo regresar a Europa y embalar su preciada carga de antigüedades hacia el Viejo Mundo, hacia su propio museo en Berlín.

Sin embargo, el mundo al que regresó no era el resplendoroso Berlín que había dejado en 1913, antes de la guerra. Alemania ya estaba derrotada y postrada, el mundo de la capa social de Preuss estaba fragmentado; el surgimiento de Hitler se acercaba. [Preuss moriría en 1938 en un Berlín ya convulsionado por la guerra inminente, cuando todavía los famosos '1000 años del Reich' estaban en sus fases iniciales.]

Preuss partió de Colombia en 1919; solo hasta el año 1923 pudo reensamblar en su museo el tesoro del Macizo, y con ello montar la exposición en Berlín, la cual entre las clases educadas de Europa despertó por primera vez gran interés en la estatuaria del Macizo Colombiano. El conocimiento de nuestras estatuas en 'Todo el Mundo' se inició por los esfuerzos de Preuss.

Preuss llevó consigo 21 esculturas originales del Pueblo Escultor del valle de San Agustín (así como muchos moldes tomados de las estatuas más grandes). También se llevó una gran cantidad de cerámica antigua y otros artefactos, los cuales, así como las esculturas, él mismo documentó detalladamente en su libro, Arte Monumental Prehistórico. Este libro, el cual ha sido la guía obligatoria de las estatuas de San Agustín, apareció en español en Colombia al principio de 1931, fue reeditado en 1974, y hoy en día es difícil de conseguir.

Preuss no llevó las estatuas más grandes únicamente porque no tenía la forma de transportarlas. El se fue con lo que pudo, es decir con todo lo que era relativamente “pequeño”. Sin embargo, muchas de las estatuas que se llevó miden cerca de un metro y hasta más, la mayoría son extremadamente pesadas y por supuesto, muchas de ellas son piezas hermosas.

Indudablemente el razonamiento de Preuss (tal vez un sofismo) era que si removía las estatuas de sus lugares originales, es decir de los alrededores de San Agustín, y las llevaba con él a su museo en Berlín, las estaba sacando de la soledad y del peligro de estos inhóspitos parajes selváticos, en donde “cualquier cosa puede pasarles,” y las llevaba a un lugar más seguro, estable y con más conocimiento técnico, como Berlín, donde las podría cuidar y mantener adecuadamente. Por supuesto, la ironía es que en realidad las llevó directo y precisamente hacia el ojo de la tempestad, a Berlín, al blanco principal de la Segunda Guerra Mundial, lugar en donde unos pocos años después de la muerte de Preuss, las fuerzas aéreas de Inglaterra y USA desataron bombardeos de una ferocidad nunca vista antes en ninguna parte del planeta. La ciudad de Berlín quedó completamente arruinada, mientras que el valle y el pueblo de San Agustín continuan en paz y hasta ahora sin bombardeos.

Milagrosamente, la mayoría de estatuas que Preuss llevó a Alemania sobrevivieron la destrucción general. Sin embargo, la gran colección de cerámicas y otros artefactos no corrió con la misma suerte; todos estos objetos, como lo pudo constatar el autor de este ensayo, quedaron reducidos a unas cuantas cajillas llenas de pedacitos.

Demos un salto adelante, al año 1992 cuando el autor hizo una investigación en el lugar donde el botín de Preuss--nuestras hijas pródigas las estatuas--se encuentran descansando, allí precisamente en el museo etnológico de Berlín. Las autoridades del museo le dieron una bienvenida de ‘brazos abiertos,’ y le contaron que durante los 70 años que han permanecido las estatuas en Berlín no existía registro de la visita de ningún investigador colombiano que haya llegado al Museo con el fin de estudiarlas, cosa que suena ridícula, pero que resulta ser cierta. Los alemanes actuaron como esponjas: le recibieron amablemente y en un mes, además de lo que ya sabían, también sabían todo lo que el autor había investigado de las estatuas. Sin problema le dieron la entrada a todas las inmensas bodegas subterráneas, las cuales accedió cada mañana a través de sus 13 bien aseguradas puertas.

El primer punto impactante fue el siguiente: Solamente tres de nuestras estatuas estaban en exhibición en ese enorme y espectacular museo. El autor llegó allí pensando que iba a ver las 21 piezas que Preuss documentó. ¿Dónde se encontraban las otras? El misterio se aumentó cuando los del museo le mostraron siete estatuas más de Preuss en las bodegas del sótano y le dijeron que eso era todo lo que tenían. Un total de diez. ¿Y las demás qué? De inmediato tuvo permiso para buscarlas; las bodegas eran inmensas, pero para consultar contaba con los textos e inventarios originales hechos por Preuss.

Eventualmente, después de una larga búsqueda, encontró las otras estatuas en un rincón de ese oscuro laberinto, tan abandonadas y desoladas como Preuss había descrito al pueblo de San Agustín; estaban amontonadas, dentro ó debajo de unos escaparates de madera anticuados y relegados. Estaban extraviadas entre muchos trasteos de museo a museo, perdidas en vastos corredores repletos de tesoros; lo del Macizo se había esfumado en la confusión, arrinconado y finalmente olvidado. Aparentemente durante setenta años, ahora noventa, ese había sido el destino de estas estatuas.

Las autoridades del museo le agradecieron al autor por la nueva información sobre las estatuas, y también por ayudarles a tener la colección de Preuss nuevamente organizada. De las 21 esculturas que esperaba encontrar, pudo identificar, ilustrar y estudiar 17. Varias de ellas, aunque todavía completas, se habían roto después de las fotografías tomadas por Preuss. Es posible--ojalá--que allí están las otras cuatro por él publicadas, y que simplemente escaparon de la vista.

Pero para gran sorpresa, además encontró en los polvorientos sótanos del museo otras 14 estatuas del Macizo Colombiano, escondidas y perdidas de su entorno. Todas ellas hasta ese momento eran desconocidas para los funcionarios del museo y nunca fueron publicadas o reconocidas por Preuss, pero el lector de este ensayo las puede ver, junto con el catálogo completo de la estatuaria del Macizo Colombiano, en el libro Pueblo Escultor y en el sitio virtual (www.sanagustinstatues.org). Estas 14 piedras no son del valle de San Agustín; todas ellas son originarias de otros sitios del Pueblo Escultor ubicados en el departamento de Nariño (en las zonas de Iscandoy y Briceño), el cual Preuss recorrió al partir del Valle de las Estatuas y de las cabeceras del Río Magdalena. Ninguna de las estatuas de Nariño estaban en exhibición en el museo en Berlín.

Esto nos conduce a un punto importante: Preuss llevó 35 de nuestras estatuas a Alemania; solamente hay tres en exhibición. Nadie las observa todas; 32 de ellas se encuentran literalmente olvidadas en los pasillos de las bodegas, visitadas por nadie. Ningún colombiano las ve; claramente ellas son de poca importancia para los alemanes, y lo peor es que, para nosotros, a este lado del oceano, tampoco han resultado ser de mucho valor.

Recientemente se publicó un artículo acerca del famoso busto egipcio de la Nefertiti, el cual también está en un museo arqueológico de Berlín. Aunque los egipcios veneran la estatua y anhelan profundamente su regreso, los alemanes también la admiran, la tienen en constante exhibición, y le dicen a los egipcios que la Nefertiti le pertenece a Alemania y que permanecerá en Berlín. Sin embargo, Egipto no se rinde: durante 85 años han requerido formal y apropiadamente, desde los niveles gubernamentales más altos, el regreso del tesoro que les pertenece, y hoy en día continuan haciendo la petición. Esto hace que el mundo vea y sienta el problema latente: los egipcios quieren a su Nefertiti de regreso a su hogar. Algún día lo lograrán.

Hay que recordar que en el año 2011 los EEUU y la Universidad de Yale, tal como lo habían acordado, empezaron a devolver los primeros lotes de los vastos tesoros despojados hace un siglo de Machu Picchu, y en el 2012 se llevó a cabo la devolución del último lote de esas relíquias al Perú, donde podrán estar en exposición pública.

Colombia, en un siglo, nunca había requirido formalmente la devolución de la estatuaria que Preuss se llevó a Alemania. Las autoridades arqueológicas no habían ido a estudiarlas, ni habían mostrado interés en empezar las conversaciones para su retorno. Los alemanes no tienen mucho interés particular en nuestras estatuas del Macizo, como sí lo tienen con la Nefertiti, pero hasta ahora tampoco han tenido razón para creer que a Colombia ó a los colombianos les importan. Obviamente nada pasará hasta que Colombia al menos inicie, para después proseguir enérgicamente, el proceso formal de requerir su repatriación.

Mientras tanto, la situación referente a las estatuas en Berlín ha cambiado; ya no son figuras anónimas, ya mucha gente dentro y fuera de Colombia comparte una consciencia de su existencia. Empezando con las firmas de 1800 agustinenses al derecho de petición, dirigido al ICANH y al Ministerio de Cultura, que exige acción en la repatriación de las estatuas, el tema ha despertado gran interés periodístico y la noticia de la campaña para la repatriación se ha emitido ampliamente por los medios de comunicación: internet, radio, prensa y televisión. Tanto en el Huila como en Colombia y fuera del país, lideres civiles, politicos, académicos y de muchas otras posiciones se han unido en palabra y en acción en pro de la reclamación de las estatuas. Crecientes números de visitas llegan a la página web y se unen a la página del facebook: Repatriación Estatuas Colombia”.

Sin embargo, siguen vigentes las mismas preguntas: ¿Cuándo llegará el día del retorno a su casa de esos tesoros desconocidos, abandonados en un sótano en Berlín? ¿Quién tomará la iniciativa y hará algo para proteger nuestro patrimonio extraviado? ¿Qué más se puede hacer para comunicarles a los alemanes que aquí en Colombia sí hay gente a quien nos importa la historia y el destino de estas ancestrales estatuas? Postdata: Cuando llegue ese día en que los alemanes las devuelvan, ¿Qué hará Colombia con las estatuas? ¿Cómo las trataremos?, teniendo presente que su sitio original es el Macizo Colombiano, y no la sabana de Bogotá. Da lo mismo yacer en una bodega en Bogotá que en un triste sótano en Berlín. El equilibrio y el descanso solo les llegará, y al pueblo el sosiego, el día en que ellas vuelvan a su hogar milenario, al Macizo en donde hace muchos siglos fueron creadas.

Museo Etnológico de Berlín 1992
David Dellenback | Berlín 1992




Crónica Nacional: EL PROFESOR PREUSS
El Tiempo | Agosto 14 de 1927

BOSTON Julio de 1927 — “Mientras se busca respuesta a estos interrogantes, nuestro gobierno debe velar por la conservación de esos monumentos arqueológicos, no sea que las piedras también emigren y haya que ir más tarde a estudiar las huellas de nuestro pasado en los museos extranjeros.
Bien puede permitirse al investigador acucioso copiar estatuas y monolitos, pero que los originales sean nuéstros y queden en donde han estado por siglos, en donde, con alguna significación los puso la mano de sus artífices. En los museos de este país vemos muchas copias de obras semejantes, hechas con una fidelidad extraordinaria, y del mismo modo debe copiarse lo que es nuéstro, lo que pertenece a nuestro suelo”. Vea la crónica completa acá


La Academia Nacional de Historia
San Agustín 1914
La Academia Nacional de Historia en 1914 se pronunciaba sobre las metodologñias e intenciones de Konrad T. Preuss y su tratamiento con el material arquolóico en su viaje a San Agustín en 1913.

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De febrero a mayo del año pasado [1914] estuvo en este corregimiento el profesor doctor Theodor Preuss fotografiando y sacando moldes en papel de todas las estatuas que encontró haciendo excavaciones para sacar las que estaban enterradas. Las figuras pequeñas que encontró se las llevó con licencia del administrador de la hacienda de Laboyos. Otras sacaron de la hacienda del Isno, dos de unas ocho arrobas cada una y otras figuras pequeñas. No tengo conocimiento con permiso de quién sacaría esas estatuas. Aquí en este corregimiento los dueños del terreno dicen ser dueños de las estatuas que se encuentran en sus predios y convendría que el gobierno declarara ser dueño de ellas y ordenar recogerlas en la cabecera del corregimiento haciendo un edificio para guardarlas (Botero Cuervo, 2006, p. 213).

Rodríguez, J.M 2014 Baukara 5 “San Agustín, piedra viva hoy” a “El silencio de los ídolos” pp. 76.

Carta Burbano
San Agustín 1914
El corregidor de San Agustín José María Burbano le escribe a Ernesto Restrepo Tirado, entonces director del Museo Nacional, denunciando las acciones de Preuss y solicitando que el Estado colombiano tomara medidas para que los arqueólogos no se llevaran las piezas, no solo las tomadas por Preuss sino las apropiadas por la comunidad. Burbano escribe:

De febrero a mayo del año pasado [1914] estuvo en este corregimiento el profesor doctor Theodor Preuss fotografiando y sacando moldes en papel de todas las estatuas que encontró haciendo excavaciones para sacar las que estaban enterradas. Las figuras pequeñas que encontró se las llevó con licencia del administrador de la hacienda de Laboyos. Otras sacaron de la hacienda del Isno, dos de unas ocho arrobas cada una y otras figuras pequeñas. No tengo conocimiento con permiso de quién sacaría esas estatuas. Aquí en este corregimiento los dueños del terreno dicen ser dueños de las estatuas que se encuentran en sus predios y convendría que el gobierno declarara ser dueño de ellas y ordenar recogerlas en la cabecera del corregimiento haciendo un edificio para guardarlas (Botero Cuervo, 2006, p. 213).

Rodríguez, J.M 2014 Baukara 5 “San Agustín, piedra viva hoy” a “El silencio de los ídolos” pp. 76.