Las virtudes del libro se deben en parte al haber sido creado bajo la guianza de la institucionalidad del Arte, y no la de la Arqueología, que poco apetito muestra para el humor y la ironía. Nuestros modelos arqueológicos tienden a regirse por sus datos y sus ambiciones, a exclusión de toda visión alternativa o más amplia; este volumen muestra lo contrario.

Se ve en las fotos acompañantes que las tres exploradoras visten como caricaturas de los “arqueólogos intrépidos” de los siglos XIX y XX, mientras que observan y comentan sobre las estatuas que encuentran incrustadas frente a centros comerciales y en las márgenes de parques y avenidas no pretenciosas. De esa manera, se posa un ojo irónico pero también crítico sobre las acciones de esos actores del pasado, y a la misma vez sobre los de hoy, que permiten la continuidad de muchos de estos procedimientos y prácticas.

El prólogo de la Guía Imposible, en un comentario que a la vez parece hablar de los parques arqueológicos de San Agustín e Isnos, cuenta que el libro “…propone el recorrido por un museo, casi todo al aire libre, del que pocos conocen y con el cual podemos establecer un vínculo alternativo o no tradicional con la cultura nacional”.

La inclusión de las estatuas exhibidas en el Museo de Oro, que son verdaderamente antiguas y de ninguna manera réplicas, nos ilustra que su estadía en Bogotá, producto del huaqueo y del robo, es igual o más cuestionable e impertinente que la existencia de todas las réplicas en la capital cundinamarquesa. Como las autoras nos explican, “La presencia de réplicas en la ciudad es una apropiación de las formas, aunque no del sentido original de la estatuaria”.

Con su burla y su ironía penetrante, con su mapa muy utilizable de Bogotá y sus fotos de expedicionarias disfrazadas, esta Guía constituye una joya de la bibliografía del Pueblo Escultor.