La repatriación a Colombia de las estatuas del Pueblo Escultor En Berlín
San Agustín, Huila | Abril de 2017
Introducción
Hace poco más de un siglo, un alemán en su paso por Colombia acumuló y llevó consigo unas 35 de las conocidas esculturas de piedra1 del Pueblo Escultor de San Agustín y del Macizo Colombiano (y mucho otro material arqueológico), con fines de abastecer su museo en Berlín, Alemania, del cual era su curador y director. Hizo llegar las estatuas a su país a las bodegas de su museo, donde ellas han pasado un siglo en la oscuridad; el alemán después murió, dejando las estatuas en las bodegas, y a los colombianos con un saldo pendiente. Con el cambio al nuevo siglo, llego la hora de exigir y de repatriar estos tesoros patrimoniales a Colombia, a sus hogares verdaderos y originales.

El alemán se llamaba Konrad Preuss, y llevó consigo las esculturas del Pueblo Escultor sin autorización alguna. De hecho, la desaparición de la estatuaria de San Agustín instó quejas y cartas por parte de las autoridades locales2, las cuales resultaron en legislación a nivel nacional (creada antes de la salida de la estatuaria del país) protegiendo el patrimonio arqueológico; pero en esa época nadie hizo nada para obstaculizar su salida. El liderazgo arqueológico de Colombia, constituido oficialmente desde los años 1930, ha tenido plena consciencia de la existencia en Berlín de estas esculturas, a pesar de lo cual solo hasta hace un par de años —alertada por las acciones judiciales y la prensa— la autoridad arqueológica del país hizo su primera visita al museo.

Y mientras tanto, los mismos directores del museo alemán explican que las estatuas llevadas por Preuss se encuentran en la “lista roja” de la museología europea que rastrea artículos de procedencia dudosa, elementos sospechos de haber sido adquiridos en forma irregular según la ética de esa profesión. A la vez, el conocimiento de esta causa es general en San Agustín, Isnos, y en toda Colombia, incluso fuera de nuestras fronteras. Voces y firmas de miles de habitantes de San Agustín acompañaron el Derecho de Petición del 2013 entregado al ICANH y al Ministerio de Cultura, y miles más (de todo el mundo) se han adherido a peticiones físicas y virtuales reclamando la devolución de las estatuas, acciones siempre acompañadas por amplia cobertura en las redes sociales y los medios de comunicación. La acogida del público a la acción para la repatriación ha sido casi total.

Ese Derecho de Petición del pueblo de San Agustín fue el comienzo de una cadena jurídica que condujo en la actualidad a la Acción Popular #2016-0892 en el Tribunal Superior de Cundinamarca. En una Audiencia Publica en abril del 2017, bajo el amparo de un Pacto de Cumplimiento, se concertó ejecutar los tramites pertinentes para repatriar desde Berlín, Alemania hasta sus hogares en el Macizo Colombiano las 35 estatuas llevadas sin permiso hace más de un siglo. Las partes concertadas, que incluían la Presidencia de la República, El Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Cultura, el ICANH y la Gobernación del Huila, en colaboración con los Autores Populares (originalmente el pueblo de San Agustín y ahora todos los interesados en este esfuerzo, incluyendo la Gobernación del Huila), acordaron unánimemente adelantar las acciones necesarias para lograr esta repatriación bajo las condiciones jurídicas planteadas y concertadas en ese alto Tribunal. También se planteó que la gestión de la repatriación se realizará antes de que finalice el término presidencial actual.

Pero la tarea de San Agustín no ha terminado todavía. Ahora es más preciso que nunca instar a las autoridades colombianas para que no bajen la guardia en su misión de traer la estatuaria no a Bogotá sino a su hogar verdadero en el Macizo Colombiano; y de comunicar con Alemania (el Museo Etnológico de Berlín, la fundación que custodia las estatuas3, además de los medios de comunicación), para que cuando llegue la petición de repatriación, ya sepan que Colombia exige una respuesta afirmativa que conduzca a la devolución de nuestras esculturas.


Recuento Histórico

En diciembre 1913 Konrad Preuss llegó a San Agustín; acumuló su material, que incluía 21 estatuas del Pueblo Escultor, y lo aforó al norte, eventualmente hasta la costa, mientras que él salió por el páramo al occidente, y paso por Nariño, donde adquirió otras 14 estatuas antiguas, las cuales también llevó consigo. Las 35 estatuas, sin embargo, no salieron del país hasta que terminó la primera guerra mundial, la cual a la fuerza Preuss tuvo que pasar en Colombia. En ese tiempo viajó a la Sierra Nevada de Santa Marta para estudiar los indigenas Kogi, de quienes también llevó para su museo algunos tesoros –entre ellos máscaras de madera— que sus dueños todavía reclaman. Los Kogi son aliados en la causa de la repatriación de las estatuas, también desean la devolución de sus pertenencias.

Cuando pudo, Preuss salió del país, reunió “sus” tesoros en Berlín, los exhibió en su museo, y publicó un libro que los detalla (aunque nunca mencionó ni publicó las estatuas de Nariño). Eventualmente murió; las estatuas del Macizo, metidas en semejante gran colección del museo, empezaron a olvidarse y a dispersarse; entonces vino la segunda guerra mundial con su blanco y bombardeo precisamente en Berlín. Pero por alguna razón nuestras estatuas sobrevivieron la destrucción que arrasó con casi toda la ciudad.

En 1992, David Dellenback, habitante de San Agustín, autor de esta narrativa, llegaba al fin de su largo proyecto de elaborar un catálogo de la estatuaria del Pueblo Escultor del Macizo Colombiano, pero aún faltaba visitar la caleta de Preuss en Alemania. No sabía si la estatuaria existía todavía: había leído la bibliografía del caso, y nadie después de Preuss afirmaba haber visto esas estatuas, nadie las había visitado. Después, en el museo en Alemania le contaron que en todos esos años ningún representante de la arqueología colombiana había ido a ver las estatuas.

“En Berlín los directores del museo abrieron sus puertas para mi estudio, pero solo me pudieron mostrar 6 de las estatuas traídas por Preuss, aunque yo esperaba ver 21. ¿Dónde estaban las demás? En realidad ellos no sabían donde —no sorprendía, dada la inmensa colección y bodegas, y el caos provocado por la tempestuosa historia política que vivió esta ciudad —sin embargo, me dieron permiso de buscarlas. Eventualmente, y con la ayuda del libro de registros del museo escrito a bolígrafo por el mismo Preuss, las encontré, y además de ubicar 17 de las 21 estatuas de San Agustín, descubrí las otras 14 esculturas de Nariño.” En el año 2008 se publicaron en el libro Pueblo Escultor, el catálogo más completo de la estatuaria del Macizo (www.puebloescultor.org).

En el año 2013 se lanzó la campaña de la repatriación desde San Agustín, con el grito de unas 2000 firmas que acompañaron el derecho de petición4 que exigía la repatriación. Hay que recalcar que todos estos esfuerzos fueron dirigidos no al museo alemán, sino a las autoridades colombianas competentes. No hay evidencia de que los alemanes se opongan; como ellos mismos lo han dicho, nunca les han pedido, en forma debida y oficial, la repatriación de lo que nadie ignora es Patrimonio colombiano, y no alemán. Son los colombianos que desde hace un siglo no lo han hecho. Pero en estos últimos tres años se ha logrado hacer más visible la situación de las estatuas5, con artículos periodísticos como el de Der Spiegel, la revista quizás más visible de Alemania, y otros en periódicos importantes de EE.UU., sin hablar de un sinnúmero de artículos, entrevistas, libros, grabaciones, y eventos públicos aquí en Colombia. A causa de eventos como marchas, desfiles, eventos estudiantiles, programas de radio, conferencias y conversatorios, etc. los habitantes de San Agustín e Isnos son muy conocedores de este asunto.

Sería equivocado imaginar que esto no es un gesto importante. Todo lo contrario, es más bien un propósito que resuena en el alma de la gran mayoría de colombianos, porque el sentido más profundo del patrimonio es el que nos ilustra el pasado de donde venimos, para lograr entender el presente en donde estamos; nos refuerza los vínculos con nuestras raíces, con nuestro camino. La consecuencia se mediría con el orgullo cívico de nuestro pueblo, en la satisfacción que traería al colombiano común, el saber que los esfuerzos de las comunidades sí tienen valor. El día en que vuelvan las estatuas a sus sitios originales será un gran día para los colombianos, provocará una memorable celebración en San Agustín e en Isnos, y también en toda Colombia. Será un día sin precedentes para el pueblo de San Agustín, al ver que su voz y su reclamo demorado por un siglo sí importó a los que detentan el poder. Los propósitos de los antiguos escultores, su amor por el territorio, y la importancia y el poder de los monolitos milenarios, vivirán de nuevo entre nosotros.

The Statues In Berlin
San Agustín, Huila. | June 2015
In December of 1913 the german ethnologist Konrad Preuss, at that time director of the Ethnological Museum of Berlin, came to San Agustín for the twin purposes of studying the archaeology of the area and of obtaining material for his museum. When he left, in April 1914, he took with him, unduly and doubtlessly illegally, 35 stone statues from the Macizo Colombiano, as well as a good quantity of additional archaeological material, all of which he installed in his museum in Berlin. He published illustrations of 21 of the statues, all from the San Agustín area, in his book in 1929 (which appeared in spanish in Colombia in 1931); in 1938 he died.

Archivo David Dellenback registrando las estatuas en las bodegas del Museo Etnológico de Berlín en el año 1992.
In 1992 Davíd Dellenback, the author of the images on this webpage, traveled to Berlin and was able to locate the by-then-dispersed Pueblo Escultor statuary in the museum storerooms—and to discover 14 additional statues taken from the Macizo by Preuss, never previously published or divulged—registering and illustrating them with the drawings seen here. In 2008 he published his book Pueblo Escultor2 which includes illustrations of the statues transported to Germany by Preuss.

But why should Colombia’s archaeological treasures languish in a museum in Berlin, or in fact anywhere outside of their native land? (Another Pueblo Escultor statue, for example, has spent well more than a century in the British Museum in London, and others are exhibited elsewhere.) It’s worth noting that 32 of the 35 statues taken by Preuss have been stashed permanently in the german museum’s vast holding-rooms, not exhibited during generations, while the three that had been on display were retired from exhibition in 2015. Today, all are hidden away, ignored even by the german holders.

It seems so clear that the time has come to dismount the booty of the colonial era, and to return to their obvious owners, the people of the lands in which they were created, such important and valuable treasures as the statues taken by Preuss, long ago, to embellish a museum in Germany. Why are the national authorities who oversee ‘our’ patrimony not taking action on the repatriation to Colombia of the Pueblo Escultor statuary? Is it simply that they themselves don’t really value it much? Or do they feel that other people don’t much care, either? In reality, many people in San Agustín, in Isnos, in the Macizo, care very much about these essential—to many, sacred—pieces of our collective past. And once they have learned about them, countless interested persons throughout the country and across the world feel the same way.



1. Individualización de las estatuas

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2. Rodríguez, J.M 2014 Baukara 5 “San Agustín, piedra viva hoy” a “El silencio de los ídolos” pp. 76.

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3. Stiftung Preussischer Kulturbesitz. Von-der-Heydt-Str. 16-18- 10785 Berlín

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Archivo David Dellenback registrando las estatuas en las bodegas del Museo Etnológico de Berlín en el año 1992.
The 12th of December of 2012 marked the inauguration of the campaign to bring about the return of these statues to their original location, to their home in the Macizo Colombiano. That first step resulted in a petition addressed to the colombian archaeological authorities directing them to seek and facilitate the repatriation of the statues and archaeological material taken by Preuss a century earlier to Germany. Other petitions with the same aim, public and private, have followed; to date, there has been no adequate response, nor in fact any serious governmental focus on either the specific situation—that of statues from the Macizo Colombiano hidden away in the Berlin museum—or the general: that of the many colombian patrimonial treasures that remain in the hands of foreign collectors and museums.

Hopefully that situation will soon change. Once-colonized countries around the world are, today, demanding and reclaiming their national treasures that were, in a dark age, spirited away by the ‘advanced,’ ’civilized’ countries, ending up ensconced in their museums for the enjoyment and appreciation of the people there. At the moment, though, Colombia is far from the vanguard among these countries, is in fact well back in the pack. The purpose of the campaign to bring back the Pueblo Escultor sculptures to their home in the Macizo Colombiano is also that of bringing the directors of the institutions that bear responsibility for the care of Colombia’s archaeological world to again value—to feel respect and reverence for—such ancient treasures, and to treat them as such. And for them to assume the leadership of a concerted effort to reclaim and bring back to Colombia the ancient and historical elements that an earlier, poorly directed age allowed to slip away from national control, and that people today, here where such treasures belong, want to see and appreciate.

Please join the many people who are involved in the effort to repatriate these invaluable treasures by working actively toward this aim, culturally, politically and/or legally, and by using whatever influence you yourself might have to recover the Pueblo Escultor statuary from its lamentable exodus in Germany. Visit the Facebook page that chronicles these type of efforts.



La Celebración del Centenario de un ultraje ¡con otro!
San Agustín, Huila. | 2013
En la actualidad en San Agustín, Huila, aparte de la amenaza que representan las nefastas intenciones de los inversionistas extranjeros de imponer proyectos hidroeléctricos en tierras en donde la gente en su gran mayoría se oponen a tales pretenciones--caso de San Agustín e Isnos--el furor del momento tiene que ver con los inminentes planes que espera llevar a cabo el ICANH, máxima autoridad arqueológica del país, que al cumplirse resultarían en el traslado de 20 grandes e importantes esculturas pertenecientes al antiguo Pueblo Escultor (o sea los creadores de las estatuas, comunmente llamado ‘cultura agustiniana’) para embellecer una exposición en el Museo Nacional de Bogotá. Las estatuas del Macizo Colombiano, como es bien sabido, son de los elementos más importantes del patrimonio arqueológico e histórico que tiene el país, el continente, y el mundo; la gente que convive con el patrimonio, sus vecinos, son, digamos, de naturaleza, y siempre serán, en donde sea, los guardianes principales de los objetos patrimoniales--es la gente que los integran en sus vidas diarias, cotidianas. Bien, entonces; el hecho es que la gente de San Agustín y de Isnos, la que custodia las estatuas, se oponen en su gran mayoría a tal llevada. Una encuesta pública que salió en estos días en un importante diario en Nieva muestra que unos 90% de los huilenses consultados rechazan esta proposición del ICANH, mientras que 10% ven positivamente al plan, y supongo que cualquier encuesta honrada en este momento mostraría lo mismo, con quizás más en contra del traslado de sus tesoros antiguos, en San Agustín, Isnos y las tierras en donde se encuentran las estatuas. Sin embargo, los organizadores en Bogotá no han querido reconsiderar; aparentan querer seguir con su proyecto visto con ojos tan desfavorables en San Agustín y en el Huila.

Algunos dirían que aquí se refleja, en su esencia, la lucha entre los muchos que no tienen ni poder ni privilegios, contra los pocos con casi todo en sus manos, pero sin la aprobación del público. Y bien, sí; pero entonces, ¿no es esa la radiografía de todas las luchas, de todos los intentos de reformar, y de trasformar? Más bien, profundizemos en el problema: detrás del rechazo al traslado de sus estatuas, hay que estudiar la posición histórica del pueblo de San Agustín frente a los dirigentes arqueológicos en Bogotá. Al hacer ese estudio, se verá que la comunidad de agustinenses nunca ha sido tomada en cuenta por los de Bogotá, nunca ha sido consultada, ni se tiene la impresión de que sus opiniones, sus sentimientos, sus propias visiones para la arqueología y para su desarollo son importantes para la gente en la capital, que son cosas que deben y que tienen que ser escuchadas e incluidas antes de formular planes que nos afecten. Durante 40 años en este pueblo, mi observación ha sido que el ICANH y sus predecesores no se han esforzado para cumplir con estos fines, no han formado buenos y efectivos vínculos de comunicación con la nutrida comunidad aquí a quien le interesa muchísimo los temas arqueológicos y de su pueblo. Nunca se ha dado poder a la voz del pueblo en asuntos arqueológicos. Ese es el problema que subyace la presente crisis, el plan de llevar 20 estatuas a Bogotá. El pueblo nunca fue consultado.

Y no es que la gente de estas tierras es delirante; son muchos todavía por acá quienes recuerdan y fueron testigos de los eventos de octubre, 1979, cuando los poderes arqueológicos capitalinos mandaron los camiones y el yeso desde Bogotá a nuestro pueblo para cumplir con un plan mitad farsa y mitad horror, de hacer copias de todas las estatuas, dejarnos aquí las copias en yeso, y descampar para la capital con todas las originales. Este plan se puso en acción en Bogotá, los camiones llegaron hasta San Agustín, y solo el hecho de que el pueblo se alborotó y se tomó físicamente el parque arqueológico, permitió frustrar esas pretenciones absurdas y, finalmente, salvar el fúturo del patrimonio arqueológico en San Agustín. Entiendo bien que el lector tal vez no encuentra cómo creer en este ‘cuento ridículo,’ o lo imagina exagerado; repito que todavía somos muchos en San Agustín quienes vivimos los eventos de esos días, que el mismo ICANH reconoce que así ocurrió y que fue un grande error, y además remito al que todavía duda, a los archivos del Concejo Municipal de San Agustín, en donde estos eventos se consagran en el Acuerdo No. 001 del 10 Noviembre 1979. Aquel documento compromete a las autoridades arqueológicas nacionales de respetar la voz de este pueblo en los asuntos arqueológicos del fúturo--claúsula que ha sido incumplida e ignorada desde esa fecha y en adelante.

Lo mejor, entonces, que podría resultar de la situación que se avecina, sería una verdadera transformación en la postura y la actitud de su conversación con el pueblo de San Agustín por parte de nuestros lideres arqueológicos en Bogotá, quienes después de todo, son servidores públicos. Lo ideal, por supuesto, sería empezar a forjar una verdadera amistad y un respeto que hasta ahora escasamente se ha visto, y que por supuesto se basaría en la transparencia total de motivos y de acciones.

De manera que, seguramente, Bogotá entendería que las cosas se hablan, se consultan un año antes, durante la fase de planificación, y no a las vísperas. Ahora, en vísperas de su exposición, el ICANH desea llevar a cabo una ‘consulta’ con la gente de San Agustín. Sin embargo, la exposición está ya planeada, la maqueta se puede ver en el internet, la sala está lista, las fechas están programadas, las invitaciones enviadas, etc. El ICANH no tiene ningún deseo de cancelar su programa; mucho menos el dinero detrás de el. Lo que desean no es consultar, sino convencer. No se les ocurrió hablar hace un año, al comienzo de su planificación, no con uno o dos aquí que ellos consideran importantes, sino con el pueblo, con la comunidad que se considera guardián de su arqueología. Ojalá que al recibir la negación a sus planes por la gente de San Agustín, el ICANH reconozca que 1) no se trata de unos pocos locos o confundidos, sino de toda una mayoría, que merece su respeto, 2) no es una cuestión personal, es una expresión genuina de la opinión del pueblo, y además, el pueblo tiene su derecho de mantener y abogar opiniones, lo cual no es algo negativo ni que perjudica al ICANH, todo lo contrario, y 3) la lección es lo más valioso: por favor cancelen su exposición en Bogotá con buena gracia, recuerden que su relación con este pueblo es y va a ser de larga duración, y formen los vínculos de amistad y apoyo que les conllevarán, algún día, a consultar con el pueblo de nuevo--pero con transparencia, un año antes, no en la víspera.

El camino resultó en la búsqueda de una ‘consulta’ de última hora para salvar el proyecto de la exposición en Bogotá empezó al principio de agosto de este año cuando un panel de diputados de la asamblea estatal del Huila sesionó en San Agustín para oír las preocupaciones de la gente, y ellos escucharon de las 35 estatuas del Macizo Colombiano que fueron llevadas hace un siglo a Alemania para fundar un museo, y que nunca han vuelto, ante todo porque las autoridades arqueológicas colombianas nunca las han reclamado. También oyeron del plan del ICANH de llevar 20 estatuas ahora, este año, a Bogotá. Los diputados, tal como los concejales de San Agustín, se sorprendieron, en algunos casos con disgusto y con ira, al oír que se avecina este plan y que ellos nunca habían sido informados, mucho menos consultados, sobre este proyecto de llevar de su departamento, casi sin hablarlo, esta veintena de magnos tesoros. Pronto el director del ICANH fue citado para comparecer ante un foro extraordinario en la asamblea en Neiva, cita que tomó lugar el 26 del mismo mes.

La sesión resultó polémica, por supuesto; el ICANH recibió duras críticas, y también oyó algunas palabras de apoyo. El resultado, sin embargo, fue que la asamblea lo instó a venir a San Agustín, consultar con el pueblo, y escuchar sus opiniones. Aunque es evidente que el ICANH no tiene la intención de cancelar su exposición, anunció que “Sí el pueblo de San Agustín dice que no, entonces no se hace la exposición.” Pero en seguida el director de tal ente emitió lo que fue calificada como ‘amenaza’ por algunos diputados y medios de comunicación, agregando que “y si ustedes no quieren esta gran suma de dinero, simplemente cancelamos toda la celebración del ‘centenario’ y gastamos esa plata en otra parte,” declaración que enfadó a varios de los representantes huilenses presentes.

El día que escuchan a los de este pueblo, van a oír lo siguiente: Por favor, promocionen y promulgen nuestras estatuas y nuestra arqueología todo lo que quieran, pero no por raptar y llevar lejos nuestros tesoros mismos. Vivan en el mundo moderno: promocionenlos con videos, con formas electrónicas, con fotografías, con charlas, con información didáctica, y con réplicas--recuerden que la escultura en nuestro valle es milenaria, que en San Agustín, hoy en día, trabajan escultores maestros, capazes de hacer copias perfectas de cualquier estatua. Si ustedes quieren ayudar a nuestro pueblo, a nuestra economía, contraten a nuestros escultores modernos para hacer réplicas bellísimas de los originales, lleven las réplicas a pasear, y dejen los originales, “los que son”, los que no tienen precio y con quienes convivimos, aquí donde deben estar.

Aunque las razones son muchas y contundentes, el rechazo al traslado de las estatuas de su valle nativo hacia cualquier otra parte basta con una sola: el principio de “In Situ”, que hoy en día –en todo el mundo– se respeta por la comprensión de que las cosas de patrimonio, las cosas antiguas y arqueológicas, únicamente se pueden apreciar íntegramente y plenamente en su sitio original, In Situ. Sacar las cosas de su sitio real es descontextualizarlas, es desvestirlas de su entorno y de su sentido y coherencia--es convertir algo integral y poderoso en una cosa más, un objeto, algo para el intelecto, algo abstracto e interesante, pero sin contexto. Sin contexto, usted no puede vivir nuestras estatuas como experiencia, solo se las puede observar en un vacio, o peor, en un montaje. El contexto de las estatuas de nuestro valle son sus montañas, sus ríos, sus cielos, es verde, selvático, frondoso, es subterráneo, de tumba, de la Pachamama. El contexto es nuestro valle: no es otra cosa. Por eso, se pide que la gente en todo el mundo interesada en ver y conocer nuestros tesoros antiguos, vengan acá, a su sitio, para conocerlas, y que no las lleven a viajar, descontextualizadas, a sus pueblos y museos. Vengan al Valle de las Estatuas para conocerlas.

Este principio de In Situ se entiende universalmente. El mismo ICANH está llevando a cabo, en estos días, toda una serie de sondeos subterráneos, elaborando mapas de lo que se encuentra debajo la tierra, sin hacer excavaciones, precisamente porque entiende el valor de dejar las cosas en sus sitios en vez de dañarlas. Créame que los alemanes de Berlín, en donde se encuentran nuestras 35 estatuas embodegadas, no nos van a mandar a Colombia la fachada de su famosa Puerta de Brandenburgo, solo para promulgar turismo colombiano a Alemania. Van a dejar esa gran Puerta In Situ. Y con razón; menos mal que no la van a mover. Tampoco se va a sacar el Chorro de Quevedo de su plaza en Bogotá, rompiendo el cemento para desenterrarlo –como dicen que van a hacer con los pedestales de las estatuas destinadas a su exposición en Bogotá y mandarlo aquí al Huila para que más huilenses se interesen en viajar a la capital. Ojalá que nunca lo hagan. Hay otras y mejores maneras de impulsar el turismo sin arrancar y mandar lejos los objetos antiguos invaluables del patrimonio. Dejen las estatuas del Macizo Colombiano en donde están, en donde fueron creadas.

Hay muchas otras razones, digamos científicas, para oponerse a un plan que pretende llevarse las estatuas. Ninguna persona razonable y sensata, por ejemplo, va a dudar que ocasionaría más daño al patrimonio sacarlo de su sitio (violentamente si es necesario), moverlo (en este caso se trata de objetos supremamente pesados, grandes, vulnerables), empacarlo, transferirlo a alguna movilidad, sujetarlo a toda la física de transportarse cientos de kilometros, volverlo a mover, desempacar etc., para después erigirse en un ambiente, un mundo, de polvo, de microorganismos, de clima, de altura, de aire, totalmente nuevo y diferente, absolutamente ajeno, y entonces volver a hacer todo lo mencionado otra vez al revés--nadie va a dudar que menos daño se implicaría dejarlo en su sitio, en este apacible valle, sin moverlo, para que la gente la vean en su sitio. Es obvio. El caso es que el ICANH acepta ese ‘pequeño daño’ mientras que los de aquí, por razones obvias, no lo aceptamos. Abundan otras razones, si se trata del bienestar de las estatuas. En cuanto al bienestar del pueblo, es igualmente obvio--por lo menos casi todos por acá lo sienten así--que lo mejor es que venga la gente a ver nuestras estatuas aquí, que gasten su dinero aquí, en vez de gastarlo en Bogotá o en donde sea. No creo que nadie acá atestiguó, después de la exposición de nuestros tesoros en Bélgica, un gran aumento en el turismo belgo que llegó con contundencia a las billeteras de los agustinenses, ni un gran chorro de japoneses, después de que llevaron estatuas a ese país, animados con visitar nuestro pueblo. Nada de eso pasó; decir que vale la pena pasear las estatuas porque causa gran aumento turístico es decir cosas que no se basan en la realidad. Esas exposiciones se arman para el gusto de las elites de las capitales, no para el bienestar de los pueblos de donde salen los tesoros a pasear. No hay ninguna razón de creer que tales shows en seguida llevan a los capitalinos a visitar la provincia para ver más; la gente de San Agustín, en su mayoría, están convencidos de lo contrario: que los de Bogotá visitarían su museo en vez de viajar a este apartado valle.

Salimos, entonces, del reino de las razones científicas; en todo caso, cada persona va a dejarse influenciar por las razones que le convenzan. Pero no dejemos aparte otros argumentos, acaso con más peso todavía, fuera del mundo consenso de lo científico y de lo racional. Hablo, entonces, solo por mí, pero advierto que son muchos, aquí en este pueblo y valle, y ciertamente muchísimos más fuera de ellos, quienes compartimos sentimientos semejantes. Hablo de los motivos espirituales, hablo de lo sagrado. Tal vez el ICANH no lo entiende, pero el valor espiritual y mágico de nuestro arqueológia es mucho mayor y más importante que su valor material, para muchos de nosotros que vivimos aquí. Esa mágia, esa esencia sagrada, no es algo que se puede probar ni explicar, pero somos muchos aquí quienes lo sentimos y lo compartimos, quienes lo protegemos. Muchos sentimos que estas estatuas son, de alguna manera, muy importantes en nuestras vidas, son centinelas de nuestro bienestar. Tal como con los antiguos, creemos que guardar nuestro patrimonio vigila la estabilidad y la harmonía del pueblo, las cuales hemos heredado de los antepasados de estas tierras. Ignorar o profanar nuestro deber de protegerlo invita peligro, invita desastre. Tal vez los del ICANH no experimentan estos sentimientos espirituales, tal vez no los perciben. Pero muchos de los de aquí sí. Si la gente del mundo quiere sentir y participar en esta mágia ancestral, tendrían que venir a San Agustín para experimentarla. No se va a sentir en ningún museo. Aquí nacieron, aquí vivieron y viven estas grandes imagenes arquetipales.

La exposición de las estatuas en Bogotá fue concebida como el acto culminante de un año dedicado a las hazañas del etnólogo Konrad Preuss durante su visita a Colombia hace un siglo. La situación que ahora existe tiene que ver con la llevada caprichosa y autoritaria de estatuas del Pueblo Escultor, como hemos visto, revela el fondo del problema que existe como obstáculo para los planes del ICANH, su negligencia en desarrollar harmoniosas y fructíferas amistades y colaboraciones con los agustinenses guardianes del patrimonio. Al haberlas formado, se habrían percatado hace tiempos que Preuss, para los agustinenses, más que un etnólogo importante que vino hace un siglo, representa la persona que sacó 35 importantes estatuas en piedra del Macizo y las llevó a Alemania, de donde nunca han regresado. En cierto sentido la tragedia del presente ‘centenario’ radica en el hecho de que hace casi un año, en diciembre del 2012, le fue sugerido al ICANH que centre su celebración de Preuss y sus aventuras, no en una nueva llevada de estatuas de nuestro valle, sino en la recuperación de las 35 estatuas que el mismo Preuss, la persona siendo celebrada, llevó a Alemania. La idea fue, y es muy obvia: son muchos en San Agustín e Isnos que la apoyan, que dan voz a este plan, que están de acuerdo con él. Si alguien quiere ver sonreír a los agustinenses, no se les lleven más estatuas, antes aparezcan con las de Berlín recuperadas y traídas de nuevo. Eso sí sería una celebración memorable.

En pro de este plan, en enero del 2013 fue entregado al ICANH (y al Ministerio de Cultura) un derecho de petición, instando a proceder en el asunto de las estatuas en Berlín, formando relaciones con sus pares alemanes y pidiendo la repatriación de las estatuas. La petición fue acompañada por las firmas de casi 2000 habitantes del valle de San Agustín, pidiendo acción en el caso. En su respuesta, el ICANH prometió que “oportunamente se comunicará a la Personería Municipal los avances en el caso,” pero aparentemente no ha ocurrido avance ninguno porque las 2000 voces de San Agustín no han recibido ninguna noticia; será que nada se ha hecho en el caso. De hecho, se sabe que es así, por las comunicaciones con las autoridades alemanas en el Museo Etnológico en Berlín, los encargados de las estatuas. En junio del 2013 me informaron que, tal como ha sido el caso por un siglo, desde la misma llevada de las estatuas por Preuss, los colombianos nunca las han pedido, que Alemania hasta la fecha nunca ha recibido por parte de Colombia una “comunicación concreta pidiendo la repatriación de las estatuas,” y que ese es el obstáculo principal en el camino de abrir conversaciones sobre su repatriación. ¡Imagínese! Los alemanes prácticamente están diciendo, “¡Por favor! ¿Y es que no nos van a pedir las estatuas?,” y aún no reciben respuesta.

Por no estar en el hábito de consultar con la gente de San Agustín, los del ICANH no se dieron cuenta que los astros están alineados en pro de la traída de las estatuas en Berlín. No se dieron cuenta que el acto culminante de su programa no era arrancar más estatuas de San Agustín--como si se tratara de resumir las acciones de Preuss un siglo después--sino triunfalmente traer de vuelta las estatuas extraviadas en Berlín. Por no comunicar bien históricamente con los alemanes--las estatuas han permanecido allí desde hace un siglo--tampoco entienden que los alemanes están más dispuestos que ellos a ver devueltas nuestras estatuas. Por no entender a San Agustín, no entienden que llevar de aquí estatuas sería, para muchos aquí, doloroso, sería abrir una herida, sería un atropello. Es obvio que en cambio, repatriar nuestro patrimonio sería, no solo sanar una vieja herida, sino compartir una exhaltación de nuestro espiritu, un reconocimiento de nuestro propio valor, de nuestros vínculos con los grandes antepasados de estas tierras, los autores de las esculturas, en las que se encarna la mayor biblioteca de imagenes en piedra jamás creada en América.

One hundred years of solitude in Berlin
San Agustín, Huila. | 2013
Are there stone statues from San Agustín and other Macizo Colombiano sites to be seen outside of Colombia? Certainly there are. They adorn the gardens and private collections of the rich and powerful around the globe. After all, the huaqueo never ceases in San Agustínʼs valley and elsewhere; all of its fruits flow into the black market, and such is the end result: smooth illegal operations that get things (our statues in this case) into the hands of people with far too much money.

But what about statuary whose existence is public knowledge, on display or published openly, registered and accessible rather than clandestine? Without doubt the greatest such collection is to be found in Berlin, Germany, at the precolumbian 'ethnological museum in the suburb of Dahlem.

The story is as follows: In 1911, just over one century ago (at the beginning of the year in which Machu Picchu would be ʻdiscoveredʼ by a northamerican university professor who rose to fame as a U.S. Senator on the heels of this celebrated exploit), Konrad Theodor Preuss met in his Directorʼs office of the Berlin Ethnological Museum with his compatriot, cartographer Karl Stoepel, and talked about the statues of San Agustín, in distant Colombia. Stoepel would travel to San Agustín before the yearʼs end, spend a month here, make molds of a number of statues and transport the impressions back to Europe. Professor Preussʼ own upcoming trip of exploration to the land to the statues was given new impetus.

When he was finally able to embark, the trip was not an easy one: it started with a journey of 12 days up the Magdalena River from Barraquilla to Girardot. Another 16 days of travel by muleback brought him the rest of the way overland to San Agustin.

Preuss was in the Valle de las Estatuas by December of 1913, and left early in April 1914. His intention had been to make the most of his brief, fruitful voyage and return to his career in Germany, but fate had devised quite a different plan for the visiting ʻDoctorʼ: World War I would shut down travel across the Atlantic Ocean, and would keep him in Colombia, not for a few months, but rather for six years. Only after the war ended was he able to return to Europe, and to ship his precious cargo of antiquities back to the Old World, to his own Berlin museum.

The world he returned to, though, was a shattered version of the glittering antebellum Berlin he had left in 1913, with Germany now defeated and prostrate, and Preussʼ own social world fractured. Hitlerʼs rise drew on apace; perhaps it is no surprise that Preuss was an early joiner and a low-number cardholder in the Führerʼs NSP. He would die in a Berlin convulsed by the imminent arrival of World War II, still early on in the 1000-year Reich.

Preuss left Colombia in 1919, and by 1923, when he had finally reunited the Macizo booty in his museum, he was able to mount the Berlin show whose impact first introduced the statuary of the Macizo Colombiano to Europeʼs educated classes. The consciousness of our statues in the World At Large began with and flows from Preussʼ efforts.

Preuss took with him (aside from many molds cast from the larger and principal statues) some 21 original Pueblo Escultor sculptures from the valley of San Agustín. He also carried away a great quantity of ancient ceramics and other items, all of which, like the sculptures, he carefully reproduced and documented in his book, Arte Monumental Prehistórico. This book, which has been the necessary guide to the San Agustín statues, appeared in spanish here in Colombia in 1931, was re-edited in 1974, and is very hard to find today.

Make no mistake: Preuss didnʼt take the largest statues only because he had no way to transport them. He took what he could, and those he was able to move are relatively ʻsmaller,ʼ though a good number measure a meter or more; most are extremely heavy, and many are beautiful pieces.

Doubtlessly Preuss reasoned, perhaps sophistically, that in removing the statues from their original sites near San Agustín and carrying them to his museumʼs store-rooms in Berlin, he was taking them from the lonely, end-of-the-road pastures and jungles where ʻanything may befall them,ʼ to safe, stable, tech-savvy Berlin, where they could be adequately cared for and maintained. The irony, of course, is that in reality he took them directly and precisely to the stormʼs nexus, to Berlin, target center of World War II, where a few years after Preussʼ death the U.S. and British airforce would unleash a campaign of bombing and destruction of a ferocity never before seen on earth. Berlin was utterly demolished, even as the valley and pueblo of San Agustín lived on, and continue to live on, peacefully, bomblessly.

Miraculously, the statues taken by Preuss to Germany survived the bombardment, for the most part. Not so the huge stash of ceramics and other artifacts, reduced, as I was able to see, to a few shoebox-lids full of fractured rubble.

Fast-forward to my 1992 work at the ethnological museum in Dahlem, where Preussʼ booty, our prodigal statues, have come to rest. The museum authorities welcome my investigation with open arms, something I have rarely encountered among their peers here in Colombia. I am told--it sounds ridiculous!--that they have no registry of any colombian researcher, in the 70 years the statues have been in Berlin, having come there to study them. It is a definitive, crushing commentary.

The first and striking point is this: only three of our statues are on display in this enormous, spectacular museum. I have come expecting to see the 21 pieces Preuss documents as having made it to Berlin. Where are the rest? The mystery deepens when the Director takes me to the basement storerooms and shows me seven more of Preussʼ statues, and tells me that these are all she has. A total of ten. And the others? I am free to search; the storehouses are endless, and I have Preussʼ original texts and inventories to consult.

Eventually, after searching extensively, I find, in a corner of the darkened labyrinth, as isolate and forlorn as Preuss tells us he found San Agustín, the rest of the stash I was after, crammed into and underneath a series of ancient, demoted wooden displaycases. In the shifting from one museum to the next, in the vastness of these treasure-stuffed corridors, most of Preussʼ loot had gotten lost in the shuffle, misplaced and then forgotten. Such had been the case, apparently, for over seventy years; now it has been ninety.

The museum authorities are profoundly thankful to have the knowledge, and Preussʼ collection, back together again. Of the 21 sculptures I had hoped to see, I have been able to find, illustrate and study 17; several, though still complete, were broken sometime after Preussʼ photographs were taken, and itʼs not impossible that the other four are yet there, and have simply escaped my search.

But in addition, and to my surprise, I found, squirreled away in the dusty Berlin museum-basement, another 14 stone statues from the Macizo Colombiano, lost in translation, unknown to the museum directors, unpublished and unacknowledged by Preuss [but which may be seen, along with all the Macizo statuary, in my book Pueblo Escultor, and at this web page These 14 stones are not from San Agustínʼs valley; they are all from Pueblo Escultor sites in Nariño (from Iscandoy and Briceño), through which departamento Preuss made his departure from the Valle de las Estatuas and the Magdalena River headwaters. None of the Nariño statues are on display in Berlin.

And this goes to the point. Preuss took 35 of our statues with him to Germany; only three of them are on display. Thirty-five lie unobserved, literally forgotten, in havens of ʻstudyʼ available to almost no-one. No colombians see them; clearly the germans themselves care little about them, and worse yet, neither have we on this side of the ocean.

A recent news story told of the famous egyptian bust of Nefertiti, also held in an archaeological museum in Berlin. Though the egyptians, we are told, rever the statue and greatly desire its return, the germans admire it as well, have it on continual display, and continue to answer Egypt by saying that Nefertiti belongs in, and will remain in, Berlin. But Egypt does have this: They have been requesting formally, properly, at the highest level, the return of their stolen treasure for 85 years now, and continue to do so. The issue is alive: the world knows that the egyptians want their statue back. Surely some day they will have her back

Keep in mind that in the year 2011 the USA and Yale University, as promised, began to send back the first lots of the vast treasures taken from Machu Picchu a century ago, and at the end of 2012 finished returning the final shipment of these relics to Perú, where they should soon be on public display.

Colombia, in almost a century, has never formally requested the return of the statuary spirited away to Germany by Preuss. Apparently no colombian archaeological authorities even bother to go and study them, to show interest, open the dialogue. The germans have little particular interest, a la Nefertiti, in our Macizo statues, but up until now they have had no reason to think that Colombia and colombians care much about them. Obviously, until Colombia at least begins the formal process of demanding repatriation, nothing will budge.

When will Colombia show any interest in this little-known cast of treasure, sidelined in a basement in Berlin? Who will take the initiative to step up and do something about it? What can be done to let Germany know that perhaps someone over here does care about these ancestral statues, their history, their destiny?

Postscript: When the day comes, and the germans return the statues, what will Colombia do with them? How will she treat them? Remember that their place is in the Macizo Colombiano, and not on the Sabana de Bogotá. It would be much the same to have them end up in storage in Bogotá, as to be in a warehouse in Germany. Equilibrium, repose, will only come to them, and joy to us, the day in which these ancient statues return to their millennial home, to the Macizo where they were created.

Ethnological Museum of Berlin 1992
David Dellenback | Berlín 1992





BOSTON Julio de 1927 — “Mientras se busca respuesta a estos interrogantes, nuestro gobierno debe velar por la conservación de esos monumentos arqueológicos, no sea que las piedras también emigren y haya que ir más tarde a estudiar las huellas de nuestro pasado en los museos extranjeros.
Bien puede permitirse al investigador acucioso copiar estatuas y monolitos, pero que los originales sean nuéstros y queden en donde han estado por siglos, en donde, con alguna significación los puso la mano de sus artífices. En los museos de este país vemos muchas copias de obras semejantes, hechas con una fidelidad extraordinaria, y del mismo modo debe copiarse lo que es nuéstro, lo que pertenece a nuestro suelo”. Vea la crónica completa acá


El corregidor de San Agustín José María Burbano le escribe a Ernesto Restrepo Tirado, entonces director del Museo Nacional, denunciando las acciones de Preuss y solicitando que el Estado colombiano tomara medidas para que los arqueólogos no se llevaran las piezas, no solo las tomadas por Preuss sino las apropiadas por la comunidad. Burbano escribe:

De febrero a mayo del año pasado [1914] estuvo en este corregimiento el profesor doctor Theodor Preuss fotografiando y sacando moldes en papel de todas las estatuas que encontró haciendo excavaciones para sacar las que estaban enterradas. Las figuras pequeñas que encontró se las llevó con licencia del administrador de la hacienda de Laboyos. Otras sacaron de la hacienda del Isno, dos de unas ocho arrobas cada una y otras figuras pequeñas. No tengo conocimiento con permiso de quién sacaría esas estatuas. Aquí en este corregimiento los dueños del terreno dicen ser dueños de las estatuas que se encuentran en sus predios y convendría que el gobierno declarara ser dueño de ellas y ordenar recogerlas en la cabecera del corregimiento haciendo un edificio para guardarlas (Botero Cuervo, 2006, p. 213).

Rodríguez, J.M 2014 Baukara 5 “San Agustín, piedra viva hoy” a “El silencio de los ídolos” pp. 76.